EL NEGOCIO Y EL VIEJO CUENTO DE LA BUENA PIPA
Publicado por camaras en la categoria Ultimas noticias el dia 21/08/2013
PABLO TOMINO / LA NACIÓN
El negocio de los cuidacoches en la Capital funciona como un engranaje perfecto. Los también llamados «trapitos», campeones en ajustar tarifas para estacionar en lugares que deberían ser gratuitos, son baquianos en transgredir el Código Contravencional ante fiscales, policías y funcionarios que parecen garantizar su inmunidad vitalicia. Esta suerte de «profesión» de la que viven unas 2000 personas en la ciudad es posible, también, gracias a una ley que ofrece puntos grises para su cumplimiento. Ocurre que para que el castigo se haga efectivo, la policía debe descubrir in fraganti al cuidacoches en el momento en el que exige dinero a cambio de permitir el estacionamiento. Luego, para aplicar la pena, debe comprobar que existió esa exigencia monetaria hacia el conductor. ¿Qué sucede, entonces? Absolutamente nada.
Policías federales y metropolitanos miran hacia otro lado. Como también aquellos que con menor grado de responsabilidad eligen ser víctima de ese requerimiento perentorio sin denunciarlo. Así, los «trapitos» se las han ingeniado para adueñarse de las calles y someter a extorsión a cuanto ciudadano caiga en sus dominios. La Justicia, por tanto, pide que se reforme el código porteño para poder actuar. Que se castigue directamente la actividad y no la «exigencia» de dinero, algo difícil de probar. En 2011, el macrismo intentó prohibirla, pero la oposición triunfo con una ley para «regularla». ¿El resultado? Dos meses después, Macri vetó dicha norma por considerar que no era deber del Estado controlar esta acción delictiva. Y todo volvió a foja cero. O mejor dicho: volvió al cuento de la buena pipa, donde las excusas son propias para policías, fiscales y funcionarios… y las responsabilidades, ajenas.
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